la moda de oponerse a la muerte de aquello que se comerá...
Como suele ocurrir en estas épocas del año en Lima, recibí uno de los famosos, aburridos, cándidos y repetitivos mensajes en cadena dedicados a propagar la moda de oponerse en octubre y noviembre a las corridas de toros. Yo, la verdad, no sé bien cómo enfocar este tema, y tampoco sé muy bien de qué lado estoy, sin embargo por lo general cuando voy por la calle tengo los ojos más o menos abiertos y las orejas medianamente limpias, así que me complazco en opinar.
Ha sido muy interesante ver que el mensaje que motiva este comentario llegue a la casilla de correo de personas que trabajan en empresas que auspician las corridas de toros (cervecerías, por ejemplo). Sería buen tema de conversación hablar sobre lo que hace una empresa cuando uno de sus propios empleados trabaja para quitarle publicidad (y ventas de paso, porque vaya que se vende en la plaza de toros). Sería también interesante averiguar qué clase de amistad es la de un amigo que, sabiendo que trabajas para un auspiciador de corridas de toros, te manda un mensaje de ese tipo pese a que sabe que el contenido de las casillas de correo POP3 (las que se usan en el trabajo) es constantemente revisado como una forma de saber qué diablos hace un empleado cuando nadie lo ve.
Otra cosa interesante es que en el Perú hay montones de cosas para oponerse, algunas verdaderamente importantes para nuestro desarrollo como nación, pero sin lugar a dudas es más lindo ir a oponerse a lo que hagan en Acho, porque uno nunca sabe cuándo va a aparecer por ahí un buen cuerito de esos que van a los tendidos de sombra con la plata de papá, el mismo papá cuya plata ha sido usada también para hacer, en el otro bando, camisetas y cartelitos bien lindos para oponerse a las corridas de toros, pero no oponerse a mirar ricas hembritas en la puerta de la plaza de toros, o para pagar el rato de internet que se usa en darle forward al mensaje.
Con el romanticismo propio de un revolucionario sesentero y caribeño, llevo años esperando que alguna vez un grupo de "civilizados" opositores a las corridas de toros viaje hasta Andahuaylas y se oponga allí a que se mate toros en el Yawar Fiesta no sólo con el método habitual de las corridas, sino además atándoles un cóndor y unas cuantas bombardas en el lomo. Espero, además, que pronuncien los mismos insultos, muestren la misma agresividad y sean tan intolerantes como son en Lima. Mínimo pues, si pueden, ¿no?. Espero además, que paren mecha igual a como aparentan poder hacerlo aquí, y que como suelen decir, vayan hasta las últimas consecuencias. Ningún toro muere en una plaza de toros en forma más sangrienta que en un Yawar Fiesta. Entonces, si de verdad se trata de tener principios y no de figuretear para el programa del baboso de Lúcar o para ser presentado por la guapísima Jessica Tapia, tan linda ella, entonces a Andahuaylas, a la guerra.
Tengo un ejemplo viejo. Siempre me pregunto, extrañado hasta límites poco imaginables, por qué los valientes opositores a las corridas de toros no van a oponerse al juego del cuy. En el juego del cuy, la mano del encargado presiona a un cuycito de menos de un kilo con bastante más fuerza de la que se hace sobre un lapicero para escribir. Las fábricas de lapiceros han demostrado que para escribir se hace una fuerza de 8 kilos sobre el lapicero. Imaginemos que el cuycito pesa medio kilo, eso quiere decir que se le aplasta con una fuerza al menos 16 veces mayor que su peso. Como si a un toro de lidia de 700 kilos lo aplastáramos, más o menos, tirándole en la cabeza un camión cargado de arena. Sin embargo, mientras al cuycito se le trata tan brutalmente, al toro sólo le mandamos a un flaquito casi siempre español de modales muy dudosos, con una espadita y un pantalón pegadito al poto, y además con gran probabilidad de ser destripado, mientras que los pobres cuyes siempre mueren al terminar la kermesse por la fragilidad de su sistema nervioso o por el bajo nivel de proteínas en la dieta de los organizadores, lo que convierte al animalito en una sólida opción alimentaria. Sospecho que los opositores a las corridas de toros no van a oponerse al juego del cuy porque, además que en la puerta de una kermesse las cámaras de un canal de TV nunca les darían cabida, temen pasar a formar parte de la dieta del público asistente, igual que el pobre cuy.
La muerte de un toro en un matadero es igual o más trágica que la muerte de un toro en una corrida, si es que no olvidamos el sistema del famoso callejón donde en el último punto se suelta una descarga eléctrica altísima sobre la cabeza del animal, que lo mata no sin antes provocarle tal bombazo de adrenalina que nunca conoceremos el verdadero sabor de su carne. Un toro de lidia vive en promedio el doble de lo que vive un toro destinado a la alimentación, y en mejores condiciones, con mejor alimento, con más tranquilidad, alejado de la gente, sin recibir inyecciones de hormonas ni cosas raras. Además, si mueren 6 toros de lidia una tarde quiere decir que al menos otros 60 siguen vivos en el campo, y muchos de ellos no morirán hasta que les toque morir de viejos. La famosa leyenda de los palazos y la grasa en los ojos del toro de lidia no pasa de ser leyenda mientras no se muestre video de lo contrario, cosa que sí es posible en el caso del matadero. En la plaza de toros, muy poca gente tiene acceso a eso, y mucha menos habla de lo que pasa adentro, así que, a favor o en contra, el asunto está más en el terreno del mito que en el de la prueba formal.
Hagamos algo, saquemos cuentas de cuántos toros podrían ser efectivamente salvados alquilando un lugar para mantenerlos y comprándoles alimento y medicina con el dinero usado en manifestaciones, pitos, carteles y cadenas de internet, en vez de mandar mensajes insulsos e inútiles a esa cosa también insulsa e inútil llamada congreso, donde con una mano (la hipócrita) se persigue a Fujimori y con la otra (la conchuda) se apoya a sus ayayeros. Yo me ofrezco a dar una cuota para salvar toros si se hace así, pero con una condición. Con el vuelto, salvemos también unos cuantos cuyes.
Ha sido muy interesante ver que el mensaje que motiva este comentario llegue a la casilla de correo de personas que trabajan en empresas que auspician las corridas de toros (cervecerías, por ejemplo). Sería buen tema de conversación hablar sobre lo que hace una empresa cuando uno de sus propios empleados trabaja para quitarle publicidad (y ventas de paso, porque vaya que se vende en la plaza de toros). Sería también interesante averiguar qué clase de amistad es la de un amigo que, sabiendo que trabajas para un auspiciador de corridas de toros, te manda un mensaje de ese tipo pese a que sabe que el contenido de las casillas de correo POP3 (las que se usan en el trabajo) es constantemente revisado como una forma de saber qué diablos hace un empleado cuando nadie lo ve.
Otra cosa interesante es que en el Perú hay montones de cosas para oponerse, algunas verdaderamente importantes para nuestro desarrollo como nación, pero sin lugar a dudas es más lindo ir a oponerse a lo que hagan en Acho, porque uno nunca sabe cuándo va a aparecer por ahí un buen cuerito de esos que van a los tendidos de sombra con la plata de papá, el mismo papá cuya plata ha sido usada también para hacer, en el otro bando, camisetas y cartelitos bien lindos para oponerse a las corridas de toros, pero no oponerse a mirar ricas hembritas en la puerta de la plaza de toros, o para pagar el rato de internet que se usa en darle forward al mensaje.
Con el romanticismo propio de un revolucionario sesentero y caribeño, llevo años esperando que alguna vez un grupo de "civilizados" opositores a las corridas de toros viaje hasta Andahuaylas y se oponga allí a que se mate toros en el Yawar Fiesta no sólo con el método habitual de las corridas, sino además atándoles un cóndor y unas cuantas bombardas en el lomo. Espero, además, que pronuncien los mismos insultos, muestren la misma agresividad y sean tan intolerantes como son en Lima. Mínimo pues, si pueden, ¿no?. Espero además, que paren mecha igual a como aparentan poder hacerlo aquí, y que como suelen decir, vayan hasta las últimas consecuencias. Ningún toro muere en una plaza de toros en forma más sangrienta que en un Yawar Fiesta. Entonces, si de verdad se trata de tener principios y no de figuretear para el programa del baboso de Lúcar o para ser presentado por la guapísima Jessica Tapia, tan linda ella, entonces a Andahuaylas, a la guerra.
Tengo un ejemplo viejo. Siempre me pregunto, extrañado hasta límites poco imaginables, por qué los valientes opositores a las corridas de toros no van a oponerse al juego del cuy. En el juego del cuy, la mano del encargado presiona a un cuycito de menos de un kilo con bastante más fuerza de la que se hace sobre un lapicero para escribir. Las fábricas de lapiceros han demostrado que para escribir se hace una fuerza de 8 kilos sobre el lapicero. Imaginemos que el cuycito pesa medio kilo, eso quiere decir que se le aplasta con una fuerza al menos 16 veces mayor que su peso. Como si a un toro de lidia de 700 kilos lo aplastáramos, más o menos, tirándole en la cabeza un camión cargado de arena. Sin embargo, mientras al cuycito se le trata tan brutalmente, al toro sólo le mandamos a un flaquito casi siempre español de modales muy dudosos, con una espadita y un pantalón pegadito al poto, y además con gran probabilidad de ser destripado, mientras que los pobres cuyes siempre mueren al terminar la kermesse por la fragilidad de su sistema nervioso o por el bajo nivel de proteínas en la dieta de los organizadores, lo que convierte al animalito en una sólida opción alimentaria. Sospecho que los opositores a las corridas de toros no van a oponerse al juego del cuy porque, además que en la puerta de una kermesse las cámaras de un canal de TV nunca les darían cabida, temen pasar a formar parte de la dieta del público asistente, igual que el pobre cuy.
La muerte de un toro en un matadero es igual o más trágica que la muerte de un toro en una corrida, si es que no olvidamos el sistema del famoso callejón donde en el último punto se suelta una descarga eléctrica altísima sobre la cabeza del animal, que lo mata no sin antes provocarle tal bombazo de adrenalina que nunca conoceremos el verdadero sabor de su carne. Un toro de lidia vive en promedio el doble de lo que vive un toro destinado a la alimentación, y en mejores condiciones, con mejor alimento, con más tranquilidad, alejado de la gente, sin recibir inyecciones de hormonas ni cosas raras. Además, si mueren 6 toros de lidia una tarde quiere decir que al menos otros 60 siguen vivos en el campo, y muchos de ellos no morirán hasta que les toque morir de viejos. La famosa leyenda de los palazos y la grasa en los ojos del toro de lidia no pasa de ser leyenda mientras no se muestre video de lo contrario, cosa que sí es posible en el caso del matadero. En la plaza de toros, muy poca gente tiene acceso a eso, y mucha menos habla de lo que pasa adentro, así que, a favor o en contra, el asunto está más en el terreno del mito que en el de la prueba formal.
Hagamos algo, saquemos cuentas de cuántos toros podrían ser efectivamente salvados alquilando un lugar para mantenerlos y comprándoles alimento y medicina con el dinero usado en manifestaciones, pitos, carteles y cadenas de internet, en vez de mandar mensajes insulsos e inútiles a esa cosa también insulsa e inútil llamada congreso, donde con una mano (la hipócrita) se persigue a Fujimori y con la otra (la conchuda) se apoya a sus ayayeros. Yo me ofrezco a dar una cuota para salvar toros si se hace así, pero con una condición. Con el vuelto, salvemos también unos cuantos cuyes.
4 Comments:
ole, ole y ole chango.
Wolas... poz al parecer casi no publicas y esta entrada es del año pasado, pero por si de casualidad te das una vuelta por acá de nuevo xD
Me gustó mucho lo que escribiste.. creo que un día de estos lo citaré hehehe n_n me parece una forma muy inteligente de opinas sobre las cosas
Se le olvida a usted que hay que diferenciar la muerte por entretenimiento, por diversion, por matar el tiempo, por no aburrirse, por pasar la tarde entretenido. A la muerte que es para sobrevivir.
Sus excusas son las tipicas de aquellos que disfrutan con los vómitos de sangre de un animal.Un animal que es ejecutado por que no saben entretenerse sin que nadie sufra.
No es una moda el querer que se acabe con la muerte por entretenimiento .
Señor "no maten para pasar el rato":
A mí no se me olvida la muerte por entretenimiento. Por eso tengo mi propia propuesta para oponerme a la muerte de cuyes en ese juego que, estableciendo las proporciones que mencioné en mi texto, resulta mucho más violento con el pobre animalito de lo que resulta una espada contra un toro.
A usted se le olvida leer las cosas completas y sin descontextualizarlas, y se le olvida además emitir juicios completos, y no sólo sobre lo que le conviene.
Mi texto no es una excusa, ni tampoco un conjunto de excusas. Mi texto es una opinión libre de apasionamientos tontos y de leyendas urbanas sin confirmar. Yo no defiendo ni ataco las corridas de toros en ese texto, Solamente opino. También critico a los opositores a las corridas porque, en efecto, me parecen muy incongruentes. Vuelvo a preguntar: ¿por qué no hacen una manifestación contra el Yawar Fiesta en Andahuaylas? ¿por qué no se manifiestan contra el jalapato, una fiesta que equivaldría, estableciendo la proporción, más o menos a aplicarle a un toro un descuartizamiento tipo Túpac Amaru pero jalándolo con 500 unidades de maquinaria pesada? ¿por qué no se manifiestan contra la selección genética en perros, que a lo largo de los siglos ha producido animales lindos que, para serlo, deben pagar con enfermedades horribles el precio de ser manipulados para ser juguetitos de muchas gente, entre ellos varios de los que van a mirar hembritas a la puerta de Acho con el cuento de la cruzada antitaurina?
Para mí sí es una moda, y bien huevona, que en un país que tiene las tasas de desnutrición infantil que tiene el Perú, haya inconscientes que gasten plata en pancartas, camisetas y papeles (que ensucian la calle) para poder tener una coartada que les permita aunque sea de lejitos, ir a ver a esas chicas riquísimas que van a las corridas de toros, y no piensan que, finalmente, al toro muerto en la forma en que sea, se lo comen gratis varias familias que trabajan alrededor de ese asunto. ¿Por qué no piden que quien sacrifica al animal en esa forma trate de limpiar en algo su conciencia donando el animal muerto a un comedor popular, por ejemplo?
No lo hacen porque en verdad no les importa nada que no sea la absurda forma que han encontrado de inflarse el ego autodesinflado por el sufrimiento de que no les den bola las chicas que van a mirar a la puerta de la plaza de toros, y porque tienen la cabeza cerrada y llena de prejuicios medievales, a pesar de sus supuestas invocaciones a niveles de "civilización" que desde un principio están desautorizados a ejercer, ya que en vez de partir del análisis de la razon ajena parten del prejuicio desinformado, burdo e insolente, y del ataque y la violencia verbal propios de aquel a quien, antes de empezar a argumentar, ya se le acabó el argumento.
Yo no voy nunca a las plazas de toros, señor prejuicioso. Eso me basta como razón para reafirmar mi seguridad absoluta en que sí, sí es una moda eso de los antitaurinos, una moda de la intolerancia, del escoger muy bien el sitio donde hacerse notar sin tener mayor respuesta (una vez más, ¿por qué no van a Andahuaylas?, por qué no se manifiestan contra la Iglesia Israelita del Nuevo Pacto Universal, que suele quemar corderos vivos?), una moda del prejuicio y del insulto, una moda de la falta de razón y de corazón para ir de igual a igual a la comparación de ideas con aquellos a quienes consideran sus contrarios. ¿Por qué más, si no, es que ustedes extraen conclusiones, y juicios, y se permiten atacar e insultar, sin analizar a fondo la razpon contraria? porque no les interesa el debate. Les interesa su ondita, su modita, su jueguito.
Y no es que yo defienda a los taurinos. Lo que hago es defender mi mente de la influencia insana de los discursos incongruentes que usan unas cuantas palabras bien escogidas para disfrazarse de "razón". El exceso de exposición a esas cosas hace daño al buen pensar.
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