lunes, setiembre 25, 2006

Ese canto no es para mi tierra

Después de mucho tiempo hice algo que, por higiene mental, quería evitar tanto como fuera posible. Leí el texto completo del himno nacional en un documento hecho a la volada donde no se respetó la separación de estrofas, pero pude notar que el apurado digitador tuvo tiempo para un arranque de criterio gramatical erróneo por supuesto, y le agregó una coma fuera de lugar. Antes de correr al baño apremiado por una vejiga que excedía los límites razonables de volumen, el pobre tuvo tiempo de dejar su huella en uno de los símbolos de la patria. Felicidades, sonso, la hiciste grande.

Nunca había pensado en lo feo que se ve el himno nacional presentado así, sin separar las estrofas. Se ve bien feo. Además, la gente insiste en ponerle seis estrofas. El acta donde consta la letra original tiene sólo cuatro. ¿Quién inventó las otras dos? Ese misterio nos acompañará siempre, como el misterio de la letra alternativa escrita por José Santos Chocano, que a principios del siglo 20 ganó, con jurado presidido por Ricardo Palma, el concurso convocado con el fin de darle a nuestro himno un texto que nos acercara más a las voces de nuestra tierra, autóctonas y salvajes, y nos alejara un poco del peruano oprimido cuya humillada cerviz, la verdad, tengo muchas dudas de que alguna vez se haya levantado.

Rara canción de soldados esta que nos han adjudicado sin licitación como canto de la patria, rara al extremo de que uno viaja por el Perú y no ve en su territorio nada identificable con este cántico anti español, y ve en cambio ríos, montañas y gente que, fijo, ni José de La Torre Ugarte ni Bernardo Alcedo se tomaron el trabajo de conocer. Igualito que Ántero Flores Araoz, elegante congresista e inelegante aristócrata y discriminador anacrónico, a lo mejor ellos no querían saber lo que pensaban las llamas y las vicuñas acerca de cómo cantarle a la patria. Seguramente ellos andarían ocupados el uno en darle gusto al patrioterismo militarista de la época con una marchita adecuada para la pavorrealesca exhibición de uniformes de combate afrancesados de principios del siglo 19, y el otro, jaloneando rimas que a veces resultan absurdas de tan forzadas que son, para poder acomodar un texto a la susodicha música. La apócrifa sexta estrofa siempre me ha hecho gracia. ¿El dios de Jacob? ¿era sólo de él o de alguien más? ¿no es, por casualidad, el mismo dios de Abraham y del rey David y del rey Salomón? Pero bueno, sólo había sitio para un representante de la familia, y tenía que ser el que hiciera juego con la rima. Te ganaste, Jacob. Gracias al himno anti español que cantamos en el Perú te vas a volver más famoso.

¿Dónde está la selva y la fuerza del Amazonas en ese cantito? ¿dónde están las piedras labradas de los Incas? ¿dónde está el Huascarán? El centralismo como estilo de orden social en el Perú se inventó el día en que un vivo le escribió a Lima su propia estrofa y la anexó impunemente a un himno que sin necesidad de esa ayuda ya hacía agua por todas partes. Ojalá los de Telefónica nunca lean eso de


"Nuestros brazos, hasta hoy desarmados
estén siempre cebando el cañón,
que algún día las playas de Iberia
sentirán de su estruendo el terror"...


No quiero imaginar qué pasaría. Seguro se ofenden y no sólo no bajan la renta básica sino que se van del Perú llevándose el speedy y el cable y los teléfonos y hasta los cordones. La vida sería oscura y difícil sin Messenger, sin Discovery Channel y sin poder llamar a la vecinita de junto para jurarle amor. Y todo por el himno nacional.....

1 Comments:

Blogger Mario said...

Ah, don José Peñaflor...te agarré. Lo que es indudablemente cierto ya no tiene tanto de huevada, ¿no es cierto? jaja...
Este sucio espacio aparentemente limpio está dedicado a ejercicios un poquito más sutiles de maldad...para leer algo al estilo que esperas échale un ojo a "intento de suicidio" en el grupo de yahoo...

5:54 p. m.  

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