jueves, enero 13, 2011

Mi sobrino (relato sobre un tío sonso)

Mi sobrino. 1 año y 19 días. Intenta caminar, balbucea y ya llegó a esa etapa en la que tira las cosas al suelo como para amaestrar a los demás en el arte de recogerlas y traerlas otra vez al sitio donde él está. Yo. 40 años, un mes y 27 días. Intento no tener la boca abierta demasiado rato cuando veo a mi sobrino concretar sus pequeñas hazañas: pararse solo, caminar empujando una silla, treparse al sofá. Pierdo la noción del espacio mientras, concentradísimo, busco una pista, un atisbo de compatibilidad lógica que me permita descifrar su balbuceo. Me digo a mí mismo "ahora pues", cuando me descubro convertido en el tío sonso que recoge las cosas para que el tirano del pañal las bote de nuevo. En vano me reviso los brazos, las piernas, el cuerpo o la cara frente al espejo buscando señales físicas que expliquen la lágrima que se me cae cuando, tras estar abstraído llenando mi cabeza de imágenes adultamente (absurdamente) complejas acerca de qué será para él el mundo, encuentro la simplísima respuesta en la décima de segundo de sus ojazos abiertos al máximo y su sonrisa. Ya fugada e inalcanzable la lágrima, trato de camuflarme mojándome toda la cara y suponiendo que será posible dejar de pensar en esto mientras pienso en otra cosa. Sumas, o restas, por ejemplo. Mi sobrino tiene 1 año y 19 días. Yo tengo un año y 19 días. Y otros 39 años, un mes y ocho días en el laberinto. Pero él me sonríe y con eso logra que yo descifre el misterio de todos los caminos y le abra todas las puertas.

Santiago de Surco, 12 de enero de 2011.