martes, enero 09, 2007

Intento de suicidio

En uno de mis acostumbrados recorridos bicicletísticos por los alrededores de Miraflores, de esos que suelen envidiar los encorbatados que conozco mientras pasan el día zipeados en sus escritorios, iba cruzando el puente de la bajada Balta y tuve que desprender de los fierros a un amigo. Lo reconocí por la cara de baboso y por lo raro que resultaba que un muchacho vestido de novio estuviera en posición de zambullida a lo Acapulco encima del puente de Miraflores un lunes a las 11 de la mañana. Era Hernán, que tenía en las manos una foto de la psicóloga guapa hecha añicos, con marcas de dientes y sangre...lloraba a gritos y no quería saber nada de nada, sólo me entregó una carta que decía, entre otras cosas:

"...O sea yo lo llevo al Huambrillo para que ella le cure el trauma, para que deje de ver en pesadillas a su mamá poniéndole un chupón de mamadera a su botella de cerveza, y el maldito me pone once metros de cuernos, la puta que lo parió..."

Terrible. La carta estaba escrita con tiza sobre el cartón de un six pack de la cerveza de Abencia Meza. Ante los ojos atentos de cien serenos del distrito, mil treinta y dos bomberos, una cámara de Magaly TV, un vendedor de cigarros, una sanguchera y tres maricas que subían de la playa, le ofrecí recitar en voz alta sus reclamos ante las cámaras de televisión...con la musicalidad de mi lectura y mi fina voz, logré hipnotizarlo y, en un descuido, lo regresé a la vereda de una patada en el culo. Los serenos lo amarraron, un bombero le echó dos jarras de agua, el reportero de Magaly TV dijo "borra, son cojudeces", el vendedor de cigarros le prendió uno para los nervios, la tía de los sánguches le invitó una butifarra que se le había quedado de ayer ("pero las guardo en el freezer joven, fresquita"), y uno de los maricas le dio un beso.

Mojado, aún deprimido, mordiendo de mala gana el pan que estaba más duro que culo de estatua, dejando las marcas de sus dientes en el cigarro y con la mancha del lápiz de labios barato del travesti en la mejilla izquierda y el cuello de la camisa, se fue caminando lento, cabizbajo...

Algunas veces me acuerdo de la media hora de paseo en bicicleta que perdí por este idiota, y pienso si no hubiera sido mejor darle un empujoncito, despedirme con cariño ("buen viaje, so huevón") y seguir pedaleando con la mente en blanco, cerca del mar....